Un ejemplo claro, es del de Pablo Salminci, el hijo del infame —hoy, fallecido—Adolfo Salminci, el hombre que se encargaba de administrar el consorcio del edificio Selmar XI y que terminó armando una asociación criminal que «se dedicaba a la realización de diversas maniobras destinadas a menoscabar el patrimonio de un consorcio de edificio». En muchas de esas maniobras, su cómplice fue el martillero Mario Castelao, mientras que Pablo Salminci formó parte activa de la asociación criminal y fue condenado en dicha causa. Sin embargo, ambos se encuentran activos en el registro público de martilleros del departamento judicial Mar del Plata.
Se supone que el Colegio de Martilleros es una garantía de la seguridad de las operaciones inmobiliarias, que la institución sirve de garante para que el público no termine expuesto a la actividad de estafadores. Sin embargo, no sólo las subastas fraudulentas que llevó adelante Mario Castelao —y de las que se benefició, entre otros, Pablo Salminci— se desarrollaron en la propia sede de la institución, sino que además, el Colegio nunca expulsó ni condenó públicamente a estos martilleros estafadores. Les siguen dando su aval, permitiéndoles seguir con su actividad. Entonces, ¿cuál es la función del Colegio de Martilleros?
Uno podría pensar que se trata simplemente de un organismo que le da una oblea y hace figurar en una página web a cualquiera que vaya y pague la cuota correspondiente, pero no: lejos de tener aunque sea un rol imparcial al respecto del trabajo de los martilleros y corredores públicos, el Colegio que preside Guillermo Rossi no condena a los estafadores, pero sí persigue —con enjundia— a otros profesionales que, por ejemplo, deciden trabajar utilizando los servicios que ofrecen algunas de las franquicias que hay en el mercado.
El Colegio de Martilleros Departamento Judicial Mar del Plata ha dejado de ser —hace tiempo— un aval de la probidad de las operaciones inmobiliarias que realizan sus miembros para convertirse en una patota de presión que busca entorpecer la actividad de aquellos que no se alinean con sus intereses comerciales.
En tanto Castelao, Salminci y otros tantos sigan contando con su oblea y figurando como «activos» en su registro, el Colegio de Martilleros carece de toda seriedad, aval o prestigio; una institución que no cumple con su única razón de ser.
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