Llama la atención el nivel de encono que los martilleros colegiados exhiben en contra de las franquicias inmobiliarias, cuando la mayoría de las inmobiliarias «tradicionales» se manejan exactamente del mismo modo: es alguien más —un ayudante, secretario, o asistente— quien muestra la propiedad y se encarga de todos los trámites previos, cuando el martillero sólo participa en la instancia del cierre de la operación. La realidad, es que todas las franquicias inmobiliarias cuentan con un martillero profesional que es quien se ocupa de darle cierre a cada uno de los trámites. Entonces, ¿por qué es este el único tema sobre el que habla y acciona el Colegio de Martilleros?
La respuesta bien puede ser que, como el tero, están haciendo ruido lejos del nido, queriendo desviar la atención de la opinión pública del verdadero problema: la connivencia —o, incluso, complicidad— entre el Colegio de Martilleros y la llamada «Liga de Remates».
Mientras que el Colegio de Martilleros intenta instalar el relato de que la única manera que existe de cerrar una operación inmobiliaria sin ser estafados, asaltados, o vulnerados de alguna forma, es recurriendo a alguna de las inmobiliarias colegiadas; siguen perdidas en el limbo de la justicia argentina las causas que tienen que ver con la actividad de la llamada «Liga de Remates» en la ciudad. Se estima que de 511 operaciones que se realizaron en la ciudad en el período investigado, la organización delictiva se impuso en 324. Sí, para que quede claro: dos de cada tres subastas. La suma por la cantidad de inmuebles apropiados superaría los 10 millones de dólares (fuente: 0223).
Ahora, lo que no hace falta que la justicia dirima, es que cada una de las operaciones de remates hoy cuestionadas en sede judicial, ocurrieron en la sede del Colegio de Martilleros Departamento Judicial Mar del Plata.
Los aprietes, las chicanas, los acuerdos espurios, la violencia, se dio allí, bajo la poca atenta mirada de las cámaras instaladas en la sede del colegio, cuyas lentes siempre parecían captar imágenes defectuosas o incompletas y que sólo pudieron ser usadas como prueba en algunas de las investigaciones gracias a la labor de actores puntuales del sistema judicial que —trabajando con imágenes de baja calidad y con problemas de sonido— de todas formas lograron reconstruir parcialmente los hechos investigados.
Por parte del Colegio de Martilleros jamás hubo un mea culpa al respecto de estas situaciones, sino todo lo contrario. Cada vez que surge el tema, mínimamente, dan excusas. El colmo es cuando —como sucedió esta semana en un programa radial— son ellos los que se victimizan.
«Por algún martillero, o pocos martilleros que actuaron mal, caen en la picota todos los demás», dijo Guillermo Rossi, el actual presidente del Colegio de Martilleros, ignorando el rol que la propia institución tuvo en cada una de las acciones desplegadas por la Liga en su propia sede, llegando incluso a decir que «le hizo mucho daño a nuestra profesión ese tema».
El que le hizo daño, pero a la sociedad, es el Colegio de Martilleros, avalando las acciones de la Liga de Remates durante años, e ignorando su rol institucional que implicaba, cuando menos, asegurar la probidad de las actividades que se desarrollaban en su propia sede.
Pasados tantos años, la esperanza de que la Justicia le de alguna respuesta a las víctimas de estas estafas, es casi nula. Aún así, en las próximas semanas, desde este lugar vamos a dar información clara y concreta —surgida de los expedientes— al respecto de cómo la Liga de Remates trabajaba codo a codo con martilleros colegiados para poder llevar adelante sus operaciones y estafas, privando a decenas de personas inocentes de sus bienes y quedándose con diversas propiedades por montos irrisorios. Esa información incluye el nombre y apellido de cada uno de los martilleros —colegiados— que están siendo investigados.
Porque si bien —según el Colegio de Martilleros— «las profesiones no se franquician», parece que sí se corrompen, se venden y se pueden poner al servicio de estafar a los más vulnerables para desposeerlos de sus propiedades por unos míseros centavos.
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